Julio Flórez

  • ¡Cuántas vivas antorchas apagadas
    en cuatro lustros de dolor apenas!
    ¡Cuántas flores fragantes deshojadas,
    del cauce de mi vida en las arenas!

    Casi todos: mis padres, mis hermanos
    y mis amigos, duermen so la tierra;
    ya no siento el contacto de sus manos!...

  • Nunca mayor quietud se vio en la muerte;
    ni frío más glacial que el de esa mano
    que tú alargaste al expirar en vano!
    y que cayó en las sábanas, inerte!

    ¡Ah… yo no estaba allí! Mi aciaga suerte,
    no quiso que en el trance soberano,
    cuando tú entrabas en el...

  • Siempre aturdido entre el tumulto ignaro
    voy con mi carga de dolor a cuestas,
    olas salvando y empinadas crestas
    en tierra, sin bordón, y en mar sin faro.

    Aquí y en todas partes sin amparo,
    con los labios repletos de protestas,
    tras horas desoladas y funestas...

  • Va cayendo, cayendo en el abismo
    de la noche sin fin, el ángel reo;
    del espacio profundo en el mutismo
    se escucha su satánico aleteo.

    Nada detiene al trágico querube
    en su descenso del eterno día;
    nada!... nada!... ni un astro, ni una nube!
    ¡Sola...

  • Yo vivo encadenado a tu hermosura,
    lo mismo que a su roca, Prometeo,
    sin poder quebrantar la ligadura
    que me une a ti… por más que forcejeo!

    De qué delito bárbaro fui reo,
    para tener que soportar tan dura
    y a la vez dulce pena?, mi deseo
    es un placer...

  • Cuando a la media noche me despierta
    el medroso aullido
    de mi perro que, acaso mal dormido
    en el umbral oscuro de mi puerta,
    de los trasnochadores el rüido
    oye en la calle lóbrega y desierta,
    o El alerta
    del gallo
    que en las hondas...

  • Dos puñales agudos
    templados al fuego,
    yo quisiera clavarte en los ojos,
    azules y grandes rincones de cielo;
    sacar los puñales
    después, los terribles puñales de acero,
    ver en tus cuencas vacías y oscuras
    resbalar dos raudales sangrientos…
    Y ver...

  • No hay miedo en sombra para el hombre fuerte
    que ve, sin pestañar, el precipicio;
    que conoce las úlceras del vicio
    y no tiembla jamás… ni ante la muerte!

    Para el que al cabo de la vida, advierte
    la sinrazón de todo sacrificio;
    para el que nunca halló nada...

  • Azul... azul... azul estaba el cielo.
    El hálito quemaste del estío
    comenzaba a dorar el terciopelo
    del prado, en donde se remansa el río.

    A lo lejos, el humo de un bohío,
    tal de una novia el intocado velo,
    se alza hasta perderse en el vacío
    con un...

  • Oye: cuando en las sombras del vacío,
    en la noche, a lo lejos, oigo un canto;
    algún canto de amor, a veces mío,
    de esos que ha tiempos escribí con llanto,

    mi memoria despiértase y se aclara;
    y al sentir que resurge mi tristeza,
    por los áridos surcos de mi...