Julio Flórez

  • Sus ojos se entornaron; sobre los blancos hielos
    de las altivas cumbres agonizaba el sol;
    y de las densas brumas tras de los amplios velos
    quedó flotando, a solas, inmóvil, en los cielos,
    el lívido cadáver del último arrebol.

    La luna, como un arco de nívea luz...

  • Algo se muere en mí todos los días;
    la hora que se aleja me arrebata
    del tiempo en insonora catarata,
    salud, amor, ensueños y alegrías.

    Al evocar las ilusiones mías, pienso:
    «¡Yo, no soy yo!» ¿Por qué, insensata,
    la misma vida con su soplo mata
    mi...

  • Trueno!... Enorme alarido
    de la negrura desgarrada, fiera
    voz del gran nubarrón, que, suspendido
    del azul, mancha la infinita esfera:
    Yo aplaudo tu estallido!

    Hijo del rayo torvo, d‘ese inicuo
    devastador que ciegamente mata
    con su visaje lúgubre y...

  • ¡Quién fuera mariposa!
    Flor del aire, luciente y fugitiva;
    envidio esa existencia temblorosa,
    que siempre en pago de la miel que liba,
    deja un polvo dë oro en cada rosa.

  • Sangriento el sol corona la alta cumbre,
    y mustio, al despedirse de la tierra,
    se amortaja con sábanas de lumbre
    y expira como un dios tras de la sierra!

    La tarde entorna los cansados ojos,
    y al sucumbir, doliente y abrasada,
    cual sobre inmensos almohadones...

  • Lloró cuando la dije: adiós mi vida;
    y al través de las gotas de su llanto,
    sus inquietas pupilas parecían
    dos góndolas azules naufragando.

  • Cuando yo expire, a la empinada sierra
    transportad mi cadáver, y en la cumbre,
    no lo arrojéis debajo de la tierra,
    sino encima, del sol bajo la lumbre;

    donde me cante el impetuoso viento
    sus largos de profundis, y mi caja
    mortuoria sea un risco, el...

  • ¿Me quieres?... ¡Que tu acento me lo diga
    ante aquel sol que muere en el ocaso!
    Tú, que mitigas mi pesar... ¡mitiga
    esta fiebre voraz en que me abraso!

    Tembló su labio y balbució: ¡Lo juro!

    Sus tachonadas puertas entreabría
    la muda noche en la extensión...

  • De cuando en cuando, un hálito de fuego,
    llega hasta mí y el corazón me abrasa;
    quema mi frente pensativa y pasa
    como un aroma por mis labios, luego.

    Pierde entonces mi espíritu el sosiego
    y huye de mí… los ámbitos traspasa
    y llega hasta la verja de tu casa...

  • Una inmensa agua gris, inmóvil, muerta,
    sobre un lúgubre páramo tendida;
    a trechos, de algas lívidas cubierta;
    ni un árbol, ni una flor, todo sin vida,
    ¡todo sin alma en la extensión desierta!

    Un punto blanco sobre el agua muda,
    sobre aquella agua de...