Félix María Samaniego

  • De histérico una monja padecía

    y ningún mes contaba

    las calendas purpúreas que aguardaba.

    Al convento asistía

    un médico arriscado

    que por su ciencia conoció el estado

    de la joven paciente

    y cuál era el remedio conveniente;

    y con oculta...

  • Una noche ardorosa,

    después de haber cenado alguna cosa,

    la joven Isabela

    en su lecho acostada

    del todo despojada

    trataba de entregarse al dulce sueño.

    Mas una infame pulga la desvela

    picando con empeño

    ya el reducido pie, ya la rodilla,...

  • De cierto procurador

    se encontraba el escribiente

    trasladando el borrador

    de un pedimento algo urgente,

    por orden de su señor.

    Iba con mucha atención,

    pero tiene el ama al lado,

    y estaba en esta ocasión

    tan templada que al citado...

  • Erase en una aldea

    un médico ramplón, y a más casado

    con una mujer joven y no fea,

    la que había estudiado

    entre los aforismos de su esposo

    uno u otro remedio prodigioso

    que, si él ausente estaba,

    a los enfermos pobres recetaba.

    Su caridad...

  • En la Puerta del Sol, según costumbre,

    haciendo el corro andaba

    por la noche una moza

    que, aunque ya poca lumbre

    este oficio la daba,

    siempre la que lo ejerce en él se goza.

    Al dar una virada,

    se halló de cierto quidam abordada,

    que,...

  • Iba a Jerusalén acompañada

    de su esposo una joven remilgada

    de carácter tan serio

    que, aparentando un sano beaterio,

    siempre que su marido la embestía

    inmóvil en la acción se mantenía;

    y él, creyendo que en ella

    duraba la vergüenza de doncella,...

  • Una soltera muy escrupulosa

    casarse rehusaba,

    y decía a su madre que pensaba

    que hacer la mala cosa

    aun después de casada era pecado.

    Un bigardón del caso fue informado,

    y, habiéndose en la casa introducido

    y hallándose querido,

    pidió a la...

  • Un cura y su criada en una aldea

    la noche de difuntos

    se calentaban juntos

    al fuego de una grande chimenea.

    La doncella era joven y graciosa

    tanto como inocente,

    y el cura un hombre ardiente,

    de barriga y gordura prodigiosa,

    porque siempre...

  • En un día muy festivo

    estaba una mercadera

    sentada en silla poltrona

    a la puerta de su tienda.

    Su postura era chocante

    porque tenía ambas piernas

    demasiado separadas,

    y así con razón se lleva

    la atención de los que pasan.

    Entre todos...

  • Señor don Juan, quedito, que me enfado.
    ¿Besar la cara? Es mucho atrevimiento.
    ¿Abrazos? ¡Ay Jesús!, no lo consiento.
    ¿Cosquillas? No las hay por ese lado.

    ¿Remangarme? ¡Ay, Juanito!, ¿y el pecado?
    ¡Qué malos sois los hombres!... Pasos siento.
    ¿No...