En un día muy festivo
estaba una mercadera
sentada en silla poltrona
a la puerta de su tienda.
Su postura era chocante
porque tenía ambas piernas
demasiado separadas,
y así con razón se lleva
la atención de los que pasan.
Entre todos uno llega
que le dice: -Señorita,
cierre usté luego la puerta,
que hoy no se puede vender
porque es de precepto fiesta.
Conociendo la tal dama
dónde el dicho se endereza,
porque era bien advertida,
respondió: -Señor Babieca,
usted no sea ignorante,
y para adelante sepa
que estos postigos se abren
tan sólo para las fiestas.
Y el tunante la replica:
-Si eso es lo que usted desea,
avise y se las haré
de la suerte que las quiera.