De cierto procurador
se encontraba el escribiente
trasladando el borrador
de un pedimento algo urgente,
por orden de su señor.
Iba con mucha atención,
pero tiene el ama al lado,
y estaba en esta ocasión
tan templada que al citado
lo llenó de confusión.
Ya le daba con el codo,
ya soltaba una risita,
mas con tanta gracia y modo,
que, aunque el pobrete se irrita,
tiene que sufrirlo todo.
De este juego resultó
que echaba muchos borrones,
y por último exclamó:
-No dé usted más empujones.
Y ella en risa prorrumpió.
Conociendo el escribiente
a dónde se dirigía
su intento nada prudente,
la pluma con picardía
coge, y la dice impaciente:
-Si usted de esta raya pasa,
que yo señalo en el suelo
y sus límites traspasa,
aunque luego clame al cielo,
ya verá lo que la pasa.
Ella al punto la pasó,
y el escribiente malvado
lo que ofrecía cumplió,
y tomándola en sus brazos
en la cama la tendió.
Lo que allí los dos harían
ya se deja conocer,
pues quietos no estarían
ni dejarían perder
la ocasión que conseguían.
El procurador tenía
un chico de corta edad
que estuvo con picardía
mirando con seriedad
cuanto el escribiente hacía.
Vino su padre a comer
y fue inadvertidamente
en la raya el pie a poner,
y el muchacho, cuerdamente,
sus pasos fue a detener.
-No pase usted adelante,
le dice, porque a mi mamá
por un paso semejante
el escribiente a la cama
se la llevó muy galante.
El procurador estuvo
suspenso por algún rato,
y, aunque algo remiso anduvo,
por evitar un mal trato,
de pasarla se contuvo.