• Hasta cuándo estaremos esperando lo que
    no se nos debe... Y en qué recodo estiraremos
    nuestra pobre rodilla para siempre! Hasta cuándo
    la cruz que nos alienta no detendrá sus remos.

    Hasta cuándo la Duda nos brindará blasones
    por haber padecido!...
    Ya nos hemos sentado
    mucho a la mesa, con la amargura de un niño
    que a media...

  •   El mediodía en la barriada pobre
     prendía lentejuelas al andrajo
     y, a toda luz, era color de cobre
     el Madrid de la greña y del zancajo.

      De cúpulas de iglesia realzada
     la ciudad en sus perfiles recortados
     parecía una hembra calcinada
     que enseñase los senos abrasados.

      ¡Incandescencia de fulgores duros!
     El astro en sus lumínicas...

  • La noche es una copa de mal. Un silbo agudo
    del guardia la atraviesa, cual vibrante alfiler.
    Oye, tú, mujerzuela, ¿cómo, si ya te fuiste,
    la onda aún es negra y me hace aún arder?

    La Tierra tiene bordes de féretro en la sombra.
    Oye, tú, mujerzuela, no vayas a volver.

    A carne nada, nada
    en la copa de sombra que me hace aún doler;
    mi carne nada...

  •  La costurerita que dio aquel mal paso...
    — y lo peor de todo, sin necesidad —
    con el sinvergüenza que no la hizo caso
    después... — según dicen en la vecindad —

     se fué hace dos días. Ya no era posible
    fingir por más tiempo. Daba compasión
    verla...

  • LA DANZA DE LAS HORAS

    Hoy, que está la mañana fresca, azul y lozana;
    hoy, que parece un niño juguetón la mañana,
    y el sol parece como que quisiera subir
    corriendo por las nubes, en la extensión lejana,
                      hoy quisiera reír...

    Hoy, que la tarde está...

  • El suertero que grita «La de a mil»
    tiene no sé qué fondo de Dios.

    Pasan todos los labios. El hastío
    despunta en una arruga su yanó.
    Pasa el suertero que atesora, acaso
    nominal, como Dios,
    entre panes tantálicos, humana
    impotencia de amor.

    Yo le miro el andrajo. Y él pudiera
    darnos el corazón;
    pero la suerte aquella que en sus...

  • En la muerte de José Enrique Rodó.
    En la quieta impostura virginal de la noche
    que cobija el amor con su tenue derroche
    de luceros, padrinos del erótico abrazo,
    el mundo de Rubén Darío se contrista
    por el cordial filósofo que sembró en el regazo
    de América esperanzas, por el espectro artista
    que hoy arroba al Zodíaco con su arenga optimista.

    Yo...

  •  ¡Tienes una voz tan dulce!...
    Yo no sé por qué será:
    te oímos y nos dan muchas
    ganas de quererte más.
    Tienes una voz tan dulce
    y una manera de hablar,
    que aunque a veces tú también
    estés triste de verdad
    haces reir a abuelita
    cuando ella quiere llorar.
    ¡Y ninguno sabe en donde...

  • Mueven al aire rosa sus alas los pavones...
    Huella la Emperatriz la escalera de jade
    y su traje de luna y aúreas constelaciones
    de un aroma inefable los jardines invade.

    Sus ojos de luz tibia y de mirada sabia
    hacen palidecer astros y pedrerías;
    su carne macerada en ungüentos de Arabia,
    de nardo ungieron siete noches y siete días.

    Lagrimea una...

  •  La enferma abrió los ojos cuando la hermana,
    que aún no ha descansado ni un solo instante,
    decía sus temores al practicante
    que pasa la visita de la mañana.

     Desde que la trageron ha rechazado
    sin contestar palabra, todo remedio,
    y por más que se...