Mauricio Bacarisse

  •  ¡Dentro de unas noches te quedarás muerta!
    Como las umbelas de los heliotropos
    se ajarán tus senos de hermosura yerta,
    y no tendré rimas, ni ritmos, ni tropos

     para retratarte dormida en los copos
    de tu albo reposo. Huirá tu alma incierta
    libre por las...

  •  Tiene su pelo raros destellos
    cuando de noche sueña en los bancos;
    es la que tiene los ojos bellos;
    es la que tiene los dientes blancos.

     Es juglaresa de las aldeas;
    sus danzas cínicas son turbadoras;
    tiene el encanto de las napeas
    cuando el sol bruñe...

  • Este noble deleite de sudar y esforzarme
    para luego morir, sin querer recompensa...
    Ebrio de dinamismo, no me disperso nunca.
          Mi vida es simple y lineal.
     
    He donado mis tierras; he quemado mis ropas.
    Con mi mandil de cuero, en mi gruta, en mi fragua...

  •   Nietzsche, tu jerigonza parabólica
     briosa flagelaba al mundo estulto;
     de tu boca de morsa melancólica
     fluían las centellas del insulto.

      La vida es triste. Es un festín de heces.
     Torpes cerebros sucios y rastreros
     y en una apoteosis de sandeces...

  •  Eres bella y elegante
    y tu alma extravagante
    en amar no se marchita;
    gozas la dicha completa.
    Dios no te hizo tan coqueta
    al hacerte tan bonita.

     Brotan lujuriosas luces
    de tus ojos andaluces
    y de tu pelo africano,
    y eres como una musmé...

  •   Un frío domingo antipático
     vi un lijoso y doliente enjambre:
     en un paseo aristocrático
     una manifestación de hambre.

      Fue en la Castellana elegante,
     jardín de modas y arrumacos,
     donde resuena extravagante
     la sandez de los currutacos.

      ...

  • Por la siena turbia de los mondos llanos,
    sin gritos metálicos, sin voz de tambores,
    van las cabalgatas de los soberanos
         Estados Mayores.

    Los grises capotes, los cascos bruñidos,
    las caras de vieja de los mariscales
    gotosos o hepáticos que lanzan...

  •   Besa la niebla de las madrugadas
            de mis balcones el cristal;
     solfea el reló cinco campanadas
           como un arpegio digital.

      ¡Silencio matinal! Nada me turbe
           salvo el ronco rodar de un coche
     o un alegre cantar de gallos de urbe...

  •   A Schopenhauer, el huraño,
     le hizo un epitafio barroco
     en un cuento mordaz y extraño
     Maupassant, aprendiz de loco.

      Había muerto el profesor
     avinagrado y pesimista;
     guardaba su tez el livor
     de unos reflejos amatista;

      y en aquella...

  •  La cúpula del Escorial, bajo el bautismo
    del agresivo sol que irrita, ciega y daña,
    es el caparazón de hipocondría y saña
    de la inmensa tortuga del catolicismo.

     Tartamudea el esquilón en la espadaña...
    Guarda el macizo templo que se agobia a sí mismo
    el...