La enferma abrió los ojos cuando la hermana,
que aún no ha descansado ni un solo instante,
decía sus temores al practicante
que pasa la visita de la mañana.
Desde que la trageron ha rechazado
sin contestar palabra, todo remedio,
y por más que se hizo no hubo medio
de vencer un mutismo tan obstinado.
Y ahora, en la pesada semi-inconciencia
del último momento, su indiferencia
silenciosa parece ceder, por fin,
pero en los labios secos y en la mirada
sólo tiene un reproche de abandonada
para las compañeras del cafetín.