Triste estoy, Josefina idolatrada,
y en medio de mi fúnebre dolencia,
al través de las sombras de la ausencia,
inmóvil te contemplo junto a mí;
y te oigo ¡ay! y te miro desolada
suelta al aire tu blonda cabellera,
y tan tierna, sensible y lastimera,
cual en mis brazos sollozar te oí.
El momento fatal en que el destino,
como el bronce...