Ramón López Velarde

  • No merecías las loas vulgares
    que te han escrito los peninsulares.

    Acreedora de prosas cual doblones
    y del patricio verso de Lugones.

    En el morado foro episcopal
    eres el Árbol del bien y del mal.

    Piensan las señoritas al mirarte:
    con virtud no se va a...

  • A Antonio Moreno y Oviedo.
    Mujer que recogiste los primeros
    frutos de mi pasión, ¡con qué alegría
    como una santa esposa te vería
    llegar a mis floridos jazmineros!

    Al mirarte venir, los placenteros
    cantares del amor desgranaría,
    colgada en la risueña...

  • A ti, con quien comparto la locura
    de un arte firme, diáfano y risueño;
    a ti, poeta hermano que eres cura
    de la noble parroquia del Ensueño;
    va la canción de mi amoroso mal,
    este poema de vetustas cosas
    y viejas ilusiones milagrosas,
    a pedirte la gracia...

  • Plaza de Armas, plaza de musicales nidos,
    frente a frente del rudo y enano soportal;
    plaza en que se confunden un obstinado aroma
    lírico y una cierta prosa municipal;
    plaza frente a la cárcel lóbrega y frente al lúcido
    hogar en que nacieron y murieron los míos;...

  • Josefa de los santos
    (17 de marzo de 1880 - 7 de mayo de 1917)

    Amada, es primavera.
    Fuensanta, es que florece
    La eclesiástica unción de la cuaresma.

    Hay un alivio dulce
    En las...

  • Tú no eres en mi huerto la pagana
    Rosa de los ardores juveniles;
    Te quise como a una dulce hermana

    Y gozoso dejé mis quince abriles.
    Cual un ramo de flores de pureza
    Entre tus manos blancas y gentiles.

    Humilde te ha rezado mi tristeza,
    Como en...

  • El viejo pozo de mi vieja casa
    sobre cuyo brocal mi infancia tantas veces
    se clavaba de codos, buscando el vaticinio
    de la tortuga, o bien el iris de los peces,
    es un compendio de ilusión
    y de históricas pequeñeces.

    Ni tortuga, ni pez; sólo el venero
    ...

  • Soñé que la ciudad estaba dentro
    del más bien muerto de los mares muertos.
    Era una madrugada del invierno
    y lloviznaban gotas de silencio.

    No más señal viviente, que los ecos
    de una llamada a misa, en el misterio
    de una capilla oceánica, a lo lejos.

    De...

  • Soñé que comulgaba, que brumas espectrales
    envolvían mi pueblo, y que Nuestra Señora
    me miraba llorar y anegar su Santuario.

    Tanto lloré, que al fin mi llanto rodó afuera
    e hizo crecer las calles como en un temporal;
    y los niños echaban sus barcos papeleros,...

  • Una música íntima no cesa,
    porque transida en un abrazo de oro
    la Caridad con el Amor se besa.

    ¿Oyes el diapasón del corazón?
    Oye en su nota múltiple el estrépito
    de los que fueron y de los que son.

    Mis hermanos de todas las centurias
    reconocen en mí...