¡Oh dulce y triste presente!
¡Oh más preciado reloj,
que si fúlgidos diamantes
te ornaran en derredor!
Dulce eres por las queridas
manos de que fuiste don,
y el sincero y puro afecto
que a las mías te ofreció!
Y eres triste porque mides
a mi...
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Con tu acompasado son Funesto, funesto bien |
Daba el reloj las doce... y eran doce |
Los chinos ven la hora en los ojos de los gatos. Cierto día, un misionero que se paseaba por un arrabal de Nankin advirtió que se le había olvidado el reloj, y le preguntó a un chiquillo qué hora era. El chicuelo del Celeste Imperio vaciló al pronto; luego, volviendo sobre sí, contestó: «... |
¡Reloj! ¡Divinidad siniestra, horrible, impasible, El Placer vaporoso huirá hacia el horizonte |
Tu juventud de música, de fragancia y de trino, De tu blancura me habla el lucero divino, |
¡Cuán rápida desciende |
En el sereno parque vela el viejo cuadrante. |
Sonaba el reloj la una |