• CUENTA Barbey, en versos que valen bien su prosa
    Una hazaña del Cid, fresca como una rosa,
    Pura como una perla. No se oyen en la hazaña

    Resonar en el viento las trompetas de España,
    Ni el azorado moro las tiendas abandona
    Al ver al sol el...

  • I

    Apenados, sollozantes,
    Ella y Él, no muy distantes
    de hinojos, junto al altar,
    están rezando anhelantes
    a la Virgen del Pilar.

    Mas, quién al verlos creyera,
    que tan contrapuesto fuera
    lo que cada uno le pide;
    Él pide que Ella le quiera
    y Ella pide que Él la olvide.

    Y es que el buen mancebo adora
    con pasión a...

  • Crear fiestas de amores
    en nuestro amor pensamos,
    quemar nuevos aromas
    en montes no pisados,
    y guardar el secreto
    de nuestros rostros pálidos,
    porque en las bacanales de la vida
    vacías nuestras copas conservamos,
    mientras con eco de cristal y espuma
    ríen los zumos de la vid dorados.
    Un pájaro escondido entre las ramas
    ...

  • Crece en la plaza en sombra
    el musgo, y en la piedra vieja y santa
    de la iglesia. En el atrio hay un mendigo...
    Más vieja que la iglesia tiene el alma.
    Sube muy lento, en las mañanas frías,
    por la marmórea grada,
    hasta un rincón de piedra... Allí aparece
    su mano seca entre la rota capa.
    Con las órbitas huecas de sus ojos
    ha visto cómo...

  • Cae la tarde quieta como un concierto
    de voces misteriosas. La pradera
    sobrecoge nuestra alma, cual si fuera
    un corazón piadoso que ha muerto.

    En tanto pensativo va el poeta
    por la humilde y sedienta carretera...
    Hace alto... se estremece; se dijera
    que alguna idea lúgubre le inquieta.

    Otea delirante la negrura
    que se alza hasta sus pies...

  • Vírgenes rosas inclinaron hacia
    tus cabellos la red de sus pistilos
    al beso de los astros, intranquilos,
    por tus pupilas húmedas de gracia.

    Tal una araña que a la luz espacia
    las traidoras urdimbres de sus hilos,
    se proyectó la sombra de los tilos
    en tu balcón de vieja aristocracia...

    Trémulas al prodigio de tu encanto,
    como anegadas en...

  • ES la hora del crepúsculo sombrío;
            Estamos en el mar;
    No sé qué tiene esta hora vespertina
    Que donde quiera á mi cansado espíritu
            Invita á meditar.

    Guarda no sé qué singular misterio
            De un lúgubre pesar,
    No sé qué amarga lentitud sombría,
    Qué triste acabamiento melancólico
            De caída magestad.

    No sé...

  • He aquí la noche encantadora, amiga del criminal;
    Llega como un cómplice, a paso de lobo; el cielo
    Se cierra lentamente cual una gran alcoba,
    Y el hombre impaciente se cambia en bestia salvaje.

    ¡Oh noche!, amable noche, deseada por aquel
    Cuyos brazos, sin mentir, pueden decir: ¡Hoy
    Hemos trabajado! — Es la noche la que alivia
    Los espíritus que devora...

  • En la tarde, en las horas del divino
    crepúsculo sereno,
    se pueblan de tinieblas los espacios
    y las almas de sueños.

    Sobre un fondo de tonos nacarados
    la silueta del templo
    las altas tapias del jardín antiguo
    y los árboles negros,
    cuyas ramas semejan un encaje
    movidas por el viento
    se...

  • Es la hora de misterio en que el labriego
    al resonar del Ángelus el toque
    adiós que dice al moribundo día,
    la campanada bronca,
    en su casita blanca, a lento paso
    humilde se recoge.
    Es la hora en que las nubes del poniente
    de fuego orlan las tardes,
    en que el sol de los muertos ilumina
    los prados y los bosques...