I
Apenados, sollozantes,
Ella y Él, no muy distantes
de hinojos, junto al altar,
están rezando anhelantes
a la Virgen del Pilar.
Mas, quién al verlos creyera,
que tan contrapuesto fuera
lo que cada uno le pide;
Él pide que Ella le quiera
y Ella pide que Él la olvide.
Y es que el buen mancebo adora
con pasión a Leonora;
y ésta con suave esquivez,
con esquivez que enamora,
se retrae cada vez.
La Santa Virgen consiente,
que cada cual como siente,
sus secretos le confíe,
y al escucharlos, clemente,
con uno y otro sonríe.
Pero al fin y al cabo ¿cuál
será su resolución
en pleito tan desigual?
¿El humano corazón
será constante y leal?...
II
Han transcurrido dos años
y otra vez en los peldaños
se hallan del altar aquel,
juntos, trayendo Ella y Él
mudanzas y desengaños.
Y hoy es ¡la pobre Leonor!
la que con lágrimas pide
del mancebo el muerto amor;
mientras éste con fervor
implora que Ella le olvide.
Y la Virgen al oír
tan contraria petición,
torna, amable, a sonreír,
ante el presto ir y venir
del humano corazón.