ES la hora del crepúsculo sombrío;
Estamos en el mar;
No sé qué tiene esta hora vespertina
Que donde quiera á mi cansado espíritu
Invita á meditar.
Guarda no sé qué singular misterio
De un lúgubre pesar,
No sé qué amarga lentitud sombría,
Qué triste acabamiento melancólico
De caída magestad.
No sé qué tienen esa luz y el aire.
No sé qué tiene el mar;
Pero aire, mar y luz traen á mi alma,
Enagenada y triste, los efluvios
De muda eternidad.
El horizonte en círculo me ciñe
Como el redondo mar.
Y solo.... enmedio.... sobre frágil barco
Siento oprimida el alma ante esa espléndida,
Tranquila soledad.
Ya el moribundo sol tiñó de sangre
El cúmulus falaz,
Que imita al cancerbero del infierno
Sobre la lava de erupción volcánica
Que brota de la mar.
Todas las otras nubes palidecen,
É inmóviles están
Viendo acabar en su anfiteatro aéreo
El drama del ocaso, en donde muere
El rojo luminar.
Cambian de aspecto y actitud los monstruos
Tiñen de gualda el mar;
Dragones negros y franjados de oro
Sostienen fieros en floresta ignívoma
Combate singular.
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Otras nubes de lila y amaranto
El dorado cendal
Desciñen y franjándose de nacar,
Flotan en cirrus como plumas frágiles
Que á deshacerse van.
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Riela el matíz en las cerúleas ondas
En lineas de cristal,
Y téjese una malla de amatistas,
Con nudos de topacio y lapizlázuli
Y flecos de coral.
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Las nubes más lejanas del oriente
Enlutándose van
Á formar el cortejo de la noche
Después de presidir el espectáculo
En que es sepulcro el mar.
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Poco á poco las tintas vigorosas
Deslíen su intensidad.
El fuego es oro, es rojo, es rosa.... es lila...
Nubes de perla y plomo al fin son lúgubres,
Negras como la mar.
Queda solo un vislumbre en occidente;
Dudosa claridad,
Perdido resplandor de oculto fuego
Que presta al mar y á la cerrada bóveda
Severa majestad....
Es la hora en que mi espíritu se acerca
Al misterioso umbral
De lo ignorado; en que abatido y triste
Oro y medito, y en que siento el límpido
Reflejo de la vida inmaterial.