Dulce conformidad de la treintena...
Rostro aniñado y bello, y un silbido
rondador por las calles siempre solas.
Tan poca cosa, y ¡qué feliz, Dios mío!
De gorra humilde; mujeriego siempre.
Todo desgalichado, misterioso.
Peleador sin rival. Trompo en la danza.
Danza a la moda con el vals del cosmos.
La vecindad augusta no le arredra
de la...