¡Oh dulce y triste presente!
¡Oh más preciado reloj,
que si fúlgidos diamantes
te ornaran en derredor!
Dulce eres por las queridas
manos de que fuiste don,
y el sincero y puro afecto
que a las mías te ofreció!
Y eres triste porque mides
a mi...

 Con tu acompasado son
Marcando vas inclemente
De mi pobre corazón
La violenta pulsación....
Dichosa quien no te siente!

 Funesto, funesto bien
Haces...

Daba el reloj las doce... y eran doce
golpes de azada en tierra...
— ¡Mi hora! ...—grité. El silencio
me respondió: —No temas;
tú no verás caer la última gota
que en la clepsidra tiembla.
Dormirás muchas horas todavía
sobre la orilla vieja,
y...

Los chinos ven la hora en los ojos de los gatos. Cierto día, un misionero que se paseaba por un arrabal de Nankin advirtió que se le había olvidado el reloj, y le preguntó a un chiquillo qué hora era.

El chicuelo del Celeste Imperio vaciló al pronto; luego, volviendo sobre sí, contestó: «...

¡Reloj! ¡Divinidad siniestra, horrible, impasible,
Cuyo dedo nos amenaza y nos dice: ¡Recuerda!
Los vibrantes Dolores en tu corazón lleno de terror
Se plantarán pronto como en un blanco;

El Placer vaporoso huirá hacia el horizonte
Tal como una sílfide hacia el...

Tu juventud de música, de fragancia y de trino,
huele a magnolias húmedas, a mojada reseda...
Es un olor carnal y espiritual, un fino
olor que llevo en mí sin que olvidarlo pueda.

De tu blancura me habla el lucero divino,
el ruiseñor conoce tu voz y la remeda,...

¡Cuán rápida desciende
La arena ante mi vista;
Y cada leve grano
Lleva un mísero instante de mi vida! ...
Tardos los juzga el Tiempo,
Y el curso precipita,
Y el frágil vidrio estalla
Entre las manos de la Muerte impía:
Al viento arroja el polvo...

En el sereno parque vela el viejo cuadrante.
Todo es quietud en torno. La libélula errante,
la abeja de áureos élitros, la oruga y el gusano,
como bajo el influjo de un señorío arcano
extáticos se arroban ante su potestad.
El cuenta el Tiempo eterno, sin límite ni...

Sonaba el reloj la una
dentro de mi cuarto. Era
triste la noche. La luna,
reluciente calavera,
ya del cenit declinando,
iba del ciprés del huerto
fríamente iluminando
el alto ramaje yerto.
Por la entreabierta ventana
llegaban a mis...