Medardo Ángel Silva

  • Convaleciente de aquel mal extraño,
    para el que sólo tú sabes la cura,
    como un fugado de la sepultura
    me vio la tarde, fantasmal huraño.

    Segó mis dichas la Malaventura
    como inocente y cándido rebaño
    y bajo la hoz de antiguo desengaño
    agonizaba mi fugaz...

  • Silenciosa y eternamente va a nuestro lado,
    con paso sin rumor, enigmático y ledo,
    grávido de misterios el rostro enmascarado,
    seguido del horror, la tiniebla y el miedo.

    Pasan las horas dulces en cortejo rosado,
    y sonríen. Yo intento sonreír... y no puedo,
    ...

  • Desde mi torre de marfil
    miro la vida que discurre.
    Mi alma romántica y sutil
    suspira, sonríe y se aburre.

    Hay un jardín de negras rosas,
    hay un jardín de blancos lirios:
    son mis tristezas negras rosas,
    mis ilusiones blancos lirios.

    A veces en el...

  • Fue en un poniente mágico de púrpura y oros:
    con música de brisas en los pinos sonoros,
    rítmicas desfilaban las horas, al ocaso,
    tal una ronda griega cincelada en un vaso;
    un terciopelo verde parecía la pampa
    y el cromo era lo mismo que una eglógica estampa.

    ...

  • I
    Al par te implora y te mima
    en mi canto, mi tristeza:
    te solloza cada rima
    y cada estrofa te besa.

    II
    Dices que no tienen motivo mis penas,
    pues las lloro mías cuando son ajenas...
    ¡Ay!, ese es mi encanto:
    llorar por aquellos...

  • Por la noche la Muerte las alcobas visita
    donde dormimos nuestros apetitos bestiales y,
    buen vendimiador, los frutos escogita
    de sus vendimias eternales.

    Una vez a mí lado llegó calladamente
    y, cual si fuera un miembro próximo de la familia,
    me acarició las...

  • Mueven al aire rosa sus alas los pavones...
    Huella la Emperatriz la escalera de jade
    y su traje de luna y aúreas constelaciones
    de un aroma inefable los jardines invade.

    Sus ojos de luz tibia y de mirada sabia
    hacen palidecer astros y pedrerías;
    su carne...

  • Una anemia de lirios otoñales
    se deshojaba en la amplitud marina
    y la vibrátil onda cantarina
    recitaba exquisitos madrigales.

    Y era que en un arpegio de cristales
    elogiaba tus gracias de Infantina
    y tu perfil de emperatriz latina
    nimbado de fulgores...

  • La seda de tus lánguidas pestañas
    a proteger tus ojos descendía,
    ante la encantadora bicromía
    de las aristocráticas arañas.

    Un solemne mutismo de campañas
    al Vesper nuestras almas invadía;
    y, de súbito habló la melodía
    con un dulzor de pastoriles cañas...

  • ¡Cómo estás en tu negro calabozo de arcilla,
    en vigilia perenne sepulta, oh, alma mía!,
    ¡en el fango del mundo hincada la rodilla,
    tú que eres toda luz y gracia y harmonía!

    ¡Gota azul de la sangre divina de los astros,
    que el Destino virtió en un ánfora pobre!...