¡Cómo estás en tu negro calabozo de arcilla,
en vigilia perenne sepulta, oh, alma mía!,
¡en el fango del mundo hincada la rodilla,
tú que eres toda luz y gracia y harmonía!
¡Gota azul de la sangre divina de los astros,
que el Destino virtió en un ánfora pobre!
¡Arquitectura eximia de oros y alabastros
hundida para siempre en el mar salobre...!
En el confín rosado ya se anuncia la hora...
Gabriel mueve sus alas en el campo celeste...
¡vuelve desde tu noche a la límpida aurora
y que sepan los astros el color de tu veste!