• 5/5/1950
    Para S.M. Yolanda I

    Señora, los vasallos de vuestra realeza
    entregaronme un día argentada trompeta,
    con la consigna alegre de que fuera un poeta
    quien anunciara al mundo vuestra gentil belleza.

    Poeta peregrino, que desdeñé el aviso,
    y armado caballero, en alado corcel,
    he acudido presto, rendido a vuestro hechizo...
    a cruzar mi...

  •     Es fuerza que te diga, caro Olmedo,
     que del dulce solaz destitüido
     de tu tierna amistad, vivir no puedo.
       
        ¡Mal haya ese París tan divertido,
     y todas sus famosas fruslerías,
     que a soledad me tienen reducido!
       
        ¡Mal rayo abrase, amén, sus Tullerías,
     y mala peste en sus teatros haga
     sonar, en vez de amores,...

  • Señor don Antonio D. Lussich

    Estimado amigo:

    Al estimularlo a usted al cultivo de ese género tan difícil de nuestra literatura, lo hacía persuadido de que sabría triunfar de todas las dificultades que presenta; vencer todos los escollos, e igualar, sino exeder a los que en esos retratos del gaucho, se han aproximado más al original. He leído sus versos con vivo interés, veo...

  •  Aunque siempre fuí cobarde
    Contigo, amoroso alarde
    Hacer de un recuerdo quiero:
    Era á mitad de Febrero;
    Era á mitad de una tarde.

     Con el alma de amor llena,
    Buscando alivio á la pena
    Que mi corazón traspasa,
    Llamé á tu puerta, Filena,...

  • Buenos Aires, junio 14 de 1872

    Señor don José Hernández.

    Muy distinguido amigo:

    Durante su último viage a esta, tuve el honor de ser presentado a usted; en una de mis visitas, haciendo referencia a nuestra última compañía, y a los sufrimientos de nuestros soldados, me dijo, que un amigo le había hablado sobre unas producciones que yo había publicado, en el estilo...

  • ¡Ay, Lizardo querido!
    si feliz muerte conseguir esperas,
    es justo que advertido,
    pues naciste una vez,
    dos veces mueras.
    Así las plantas, frutos y aves lo hacen:
    dos veces mueren y una sola nacen.

    Entre catres de armiño
    tarde y mañana la azucena yace,
    si una vez al cariño
    del aura suave su verdor renace:
    ¡Ay flor marchita! ¡ay...

  • ¡Al fin llegaron... desde el turbio Sena
    Que la varia y gentil ciudad divide,
    Metrópoli lodosa de Juliano,
    Hasta los montes de Cantabria invicta,
    Último escollo del poder latino!
    ¡Qué dicha, qué placer, cuánto tesoro!
    ¡Gracias, amigos! Ya mi estante oprimen
    Volúmenes sin cuento; ¡qué delicia
    Es recorrer sus animadas hojas!
    ¡Cómo a...

  • Desde el antiguo hogar, donde corrieron,
    para nunca volver, los dulces años
    de nuestra infancia, donde eterno vive
    vuestro recuerdo, hermanas, arrasados
    en lágrimas mis ojos, os escribo
    palabras, ¡ay! que escucharéis con llanto.

    ¡Todo subsiste como entonces!... Penden
    aún de la alta pared los viejos cuadros
    de los Santos Doctores, cuyas negras...

  • Vuestro nombre no sé, ni vuestro rostro
    conozco yo, y os imagino blanca,
    débil como los brotes iniciales,
    pequeña, dulce... Ya ni sé... Divina,
    en vuestros ojos, placidez de lago
    que se abandona al sol y dulcemente
    le absorbe su oro mientras todo calla.
    Y vuestras manos, finas, como aqueste
    dolor, el mío, que se alarga, se alarga,
    y...

  • Montano, cuyo nombre es la primera
    estrellada señal por do camina
    el sol el cerco oblicuo de la esfera,

    nombrado así por voluntad divina,
    para mostrar que en ti comienza Apolo
    la luz de su celeste diciplina:

    yo soy un hombre desvalido y solo,
    expuesto al duro hado cual marchita
    hoja al rigor del descortés Eolo;

    mi vida temporal...