• ¡Día de dolor
    aquel en que vuela
    para siempre el ángel
    del primer amor!

  • ¿Cómo decía usted, amigo mío?
    ¿Que el amor es un río? No es extraño.
    Es ciertamente un río
    que uniéndose al confluente del desvío,
    va a perderse en el mar del desengaño.

  • Pues tu cólera estalla,
    justo es que ordenes hoy ¡oh Padre Eterno!
    una edición de lujo del infierno
    digna del guante y frac de la canalla.

  • En el kiosco bien oliente
    besé tanto a mi odalisca
    en los ojos, en la frente,
    y en la boca y las mejillas,
    que los besos que le he dado
    devolverme no podría
    ni con todos los que guarda
    la avarienta de la niña
    en el fino y bello estuche
    de su boca purpurina.

  • Bota, bota, bella niña,
    ese precioso collar
    en que brillan los diamantes
    como el líquido cristal
    de las perlas del rocío
    matinal.
    Del bolsillo de aquel sátiro
    salió el oro y salió el mal.
    Bota, bota esa serpiente
    que te quiere estrangular
    enrollada en tu garganta
    hecha de nieve y coral.

  • Puso el poeta en sus versos
    todas las perlas del mar,
    todo el oro de las minas,
    todo el marfil oriental;
    los diamantes de Golconda,
    los tesoros de Bagdad,
    los joyeles y preseas
    de los cofres de un Nabad.
    Pero como no tenía
    por hacer versos ni un pan,
    al acabar de escribirlos
    murió de necesidad.

  • Color de ropa antigua. Un julio a sombra,
    y un agosto recién segado. Y una
    mano de agua que injertó en el pino
    resinoso de un tedio malas frutas.

    Ahora que has anclado, oscura ropa,
    tornas rociada de un suntuoso olor
    a tiempo, a abreviación... Y he cantado
    el proclive festín que se volcó.

    Mas ¿no puedes, Señor, contra la muerte,
    contra...

  • A veces melancólico me hundo
    en mi noche de escombros y miserias,
    y caigo en un silencio tan profundo
    que escucho hasta el latir de mis arterias.

    Más aún: oigo el paso de la vida
    por la sorda caverna de mi cráneo,
    como un rumor de arroyo sin salida,
    como un rumor de río subterráneo.

    Entonces presa de pavor, y yerto
    como un cadáver, mudo...

  • Como atento no más a mi quimera
    no reparaba en torno mío, un día
    me sorprendió la fértil primavera
    que en todo el ancho campo sonreía.
    Brotaban verdes hojas
    de las hinchadas yemas del ramaje,
    y flores amarillas, blancas, rojas,
    alegraban la mancha del paisaje.
    Y era una lluvia de saetas de oro
    el sol sobre las frondas juveniles;...

  • Andaluces de Jaén,
    aceituneros altivos,
    decidme en el alma: ¿quién,
    quién levantó los olivos?

    No los levantó la nada,
    ni el dinero, ni el señor,
    sino la tierra callada,
    el trabajo y el sudor.

    Unidos al agua pura
    y a los planetas unidos,
    los tres dieron la hermosura
    de los troncos retorcidos.

    Levántate, olivo cano,...