• Es Elisa una hermosa cortesana
    de formas seductoras,
    de mejillas de grana
    y de ardientes pupilas brilladoras.

    Su rubia y luminosa cabellera,
    cual cascada de oro,
    cae por su espalda blanca y hechicera;
    y es su cuerpo de gracias un tesoro.

    Príncipes y señores
    le entregan sus...

  • ... Fue un tiempo de mentira, de infamia. A España toda,
    la malherida España, de Carnaval vestida
    nos la pusieron, pobre y escuálida y beoda,
    para que no acertara la mano con la herida.
    Fue ayer; éramos casi adolescentes; era
    con tiempo malo, encinta de lúgubres presagios,
    cuando montar quisimos en pelo una quimera,
    mientras la mar dormía ahíta de...

  • ¿Cómo queda, no ves, querida esposa,
    la blanca helena que, a tu lado crece,
    cuando el riego le falta que le ofrece
    tu mano, cada vez más cariñosa?

    Inclínase marchita y congojosa
    al blando soplo que sus hojas mece,
    sus pétalos desgreña, y desparece
    del verde tallo que adornó graciosa.

    De pena igual tu ausencia lastimera
    me llena el corazón...

  • Á la orilla de un plácido árroyuelo,
    que en sus cristales nítidos retrata
    el verde margen y el tranquilo cielo...
    —lengua armoniosa de fulgente plata,
    que siempre está contando sin recelo
    de aquella soledad la vida grata,—
    una noche clarísima y serena
    nació una melancólica azucena.

    Esto pasó en Abril. —El sol de Mayo
    miróla...

  • Mihi lucrum mori..
     
    S. Pablo

     

     ¡Ay la vida! ¿Qué es la vida?
     Chispa oculta entre pavesa,
     relámpago que atraviesa
     tempestad enfurecida.
     

     ¡Ay la vida!
     Es mal que cura la muerte;
     negra cárcel que, al morir,
     logra el prisionero abrir,
     de tal suerte
     que...

  • Ante la puerta dorada
    de Doña Inés, gran señora
    que pasa risueña vida
    entre primores y joyas,
    un andrajoso mendigo
    con faz de hambriento llorosa,
    llamó pidiendo por Dios
    una mísera limosna.
    Asomose a los balcones
    que sus paredes decoran
    la doña Inés y al cuitado
    iba a ahuyentar desdeñosa,
    cuando vio que ojos testigos...

  • ¡Entrad!... en mi aposento
    donde sólo se ven sombras,
    está una mujer muriendo
    entre insufribles congojas...
    Y a su cabecera tristes
    dos niñas bellas que lloran,
    y que entrelazan sus manos
    y que gimen y sollozan.
    Y la infeliz ya no mira
    ni tiene aliento en la boca,
    y cuando habla sólo dice
    con voz hueca y espantosa:
    "¡Yo...

  • Una mirada
                         para abatir al albatros
    Dos miradas
                         para detener el paisaje
                         al borde del río
    Tres miradas
                         para cambiar la niña
                         en volantín
    Cuatro miradas
                         para sujetar el tren que
                         cae en abismo...

  • Una noche de verano
    —estaba abierto el balcón
    y la puerta de mi casa—
    la muerte en mi casa entró.
    Se fue acercando a su lecho
    —ni siquiera me miró—,
    con unos dedos muy finos,
    algo muy tenue rompió.
    Silenciosa y sin mirarme,
    la muerte otra vez pasó
    delante de mí. ¿Qué has hecho?
    La muerte no respondió.
    Mi niña quedó...

  • Brotando lenta, apacible y lenta,
    nacida de las cosas, como un milagro sin prisa
    la noche se estaba ahí, puesta.

    Era un milagro la noche, y era blanca.
    Las cosas todas eran blancas
    y blancas eras las casas de los hombres.

    Cerca, el mar estaba ausente.
    Y por las calles de Malvín
    los amigos cantaban:
    –"El ejército del pueblo
    una tarde...