• 5

    Tu corazón, una naranja helada
    con un dentro sin luz de dulce miera
    y una porosa vista de oro: un fuera
    venturas prometiendo a la mirada.

    Mi corazón, una febril granada
    de agrupado rubor y abierta cera,
    que sus tiernos collares te ofreciera
    con una obstinación enamorada.

    ¡Ay, qué acometimiento de quebranto
    ir a tu corazón...

  • 6

    Umbrío por la pena, casi bruno,
    porque la pena tizna cuando estalla,
    donde yo no me hallo no se halla
    hombre más apenado que ninguno.

    Sobre la pena duermo solo y uno,
    pena es mi paz y pena mi batalla,
    perro que ni me deja ni se calla,
    siempre a su dueño fiel, pero importuno.

    Cardos y penas llevo por corona,
    cardos y penas...

  • 7

    Después de haber cavado este barbecho
    me tomaré un descanso por la grama
    y beberé del agua que en la rama
    su esclava nieve aumenta en mi provecho.

    Todo el cuerpo me huele a recién hecho
    por el jugoso fuego que lo inflama
    y la creación que adoro se derrama
    a mi mucha fatiga como un lecho.

    Se tomará un descanso el hortelano
    ...

  • 8

    Por tu pie, la blancura más bailable,
    donde cesa en diez partes tu hermosura,
    una paloma sube a tu cintura,
    baja a la tierra un nardo interminable.

    Con tu pie vas poniendo lo admirable
    del nácar en ridícula estrechura,
    y donde va tu pie va la blancura,
    perro sembrado de jazmín calzable.

    A tu pie, tan espuma como playa,
    ...

  • 9

    Fuera menos penado si no fuera
    nardo tu tez para mi vista, nardo,
    cardo tu piel para mi tacto, cardo,
    tuera tu voz para mi oído, tuera.

    Tuera es tu voz para mi oído, tuera,
    y ardo en tu voz y en tu alrededor ardo,
    y tardo a arder lo que a ofrecerte tardo
    miera, mi voz para la tuya miera.

    Zarza es tu mano si la tiento, zarza,...

  • Tu juventud de música, de fragancia y de trino,
    huele a magnolias húmedas, a mojada reseda...
    Es un olor carnal y espiritual, un fino
    olor que llevo en mí sin que olvidarlo pueda.

    De tu blancura me habla el lucero divino,
    el ruiseñor conoce tu voz y la remeda,
    y la divagación del viento vespertino
    trae el recuerdo de tus cabellos de seda.

    Del...

  • En el sereno parque vela el viejo cuadrante.
    Todo es quietud en torno. La libélula errante,
    la abeja de áureos élitros, la oruga y el gusano,
    como bajo el influjo de un señorío arcano
    extáticos se arroban ante su potestad.
    El cuenta el Tiempo eterno, sin límite ni edad,
    en un rincón perdido, solitario y fragante.
    ¡Y qué limpias las horas que recoge el...

  • Y vuelves —brisa, nube, flor y trino—
    para mi corazón que nada espera,
    a mis rotos palacios de quimera
    sepultos en la arena del camino.

    El dulzor de la extinta primavera
    guarda mi corazón —vaso divino—,
    como el rosado caracol marino
    guarda el eco del mar en la ribera.

    ¡Oh, abril celeste, con el alma buena,
    clara y sencilla, como la...

  • Mejor será no regresar al pueblo,
    al edén subvertido que se calla
    en la mutilación de la metralla.

    Hasta los fresnos mancos,
    los dignatarios de cúpula oronda,
    han de rodar las quejas de la torre
    acribillada en los vientos de fronda.

    Y la fusilería grabó en la cal
    de todas las paredes
    de la aldea espectral,
    negros y aciagos mapas,...

  • Una Pumé, la Hija de un Cacique Yaruro,
    fue conmigo una noche, por las tierras
    verdes, que hacen un río de verdura
    entre el azul del Arauca y el azul del Meta.
    Entre los gamelotes
    nos echamos al suelo, coronados de yerbas
    y allí, en mis brazos, casi se me murió de amores
    cuando le dije la Parábola
    del volcán y las siete estrellas.

    Quiero...