• Adiós, dulce amiga mía,
    mas que mi amiga mi hermana,
    que, aunque hace aún breve tiempo
    que logré la dicha rara
    de conocerte, me debes
    tal cariño, amistad tanta,
    como si te conociera
    desde mi primer infancia;
    si bien el cielo sus dones
    te concedió tan sin tasa
    y en tan alto extremo tal hizo
    afable, modesta, casta,
    de tan...

  • ¡Yo te saludo, dulce encantadora
    indefinible hora,
    donde se unen y mezclan noche y día!
    ¡Hora de suave calma
    y de vaga inefable poesía!
    ¡Oh romántica virgen sonadora!
    a tu triste beldad ceda la palma
    la rozagante Aurora:
    que su faz leda y su mirada viva
    menos al tierno corazón agrada
    que tu faz pensativa
    y dulce melancólica...

  • Amor y Guerra

    El estrago asolador
    y los males de la Guerra
    reparas, mísera Tierra
    con los bienes del Amor.
    Y aunque aquélla de matar
    nunca se cansa, a porfía
    hijos del amor te cría
    que llenen aquel lugar.
    Que por eso quiso Dios
    en el éter colocarte
    entre Venus y entre Marte,
    partícipe de los dos.

    (1863)

  • ¡Solo por fin! Ya no se oye más que el rodar de algunos coches rezagados y derrengados. Por unas horas hemos de poseer el silencio, si no el reposo. ¡Por fin desapareció la tiranía del rostro humano, y ya sólo por mí sufriré!

    ¡Por fin! Ya se me consiente descansar en un baño de tinieblas. Lo primero, doble vuelta al cerrojo. Me parece que esta vuelta de llave ha de aumentar mi soledad y...

  • ¡Hirviendo está en mi pecho la alegría!
    Partid, vientos veloces,
    desde las sierras de la Patria mía
    llevando a España mis ardientes voces.

    Pasó ya el tiempo de sangrienta lucha,
    cual de turbión las olas;
    ya del sañudo Marte no se escucha
    el grito aquí ni en playas españolas.

    Ya no hay brazo cruel que acero vibre
    a herir pecho de hermano...

  •  Vasconcelos ilustre, en cuyas manos
     el gran monarca del imperio ibero
     las peligrosas riendas deposita
     de una parte preciosa de sus pueblos;
     tú que, de la corona asegurando
     en tus vastas provincias los derechos,
     nuestra paz estableces, nuestra dicha
     sobre inmobles y sólidos cimientos;
     iris afortunado que las negras
     nubes que...

  • I

    ¿Qué loor hay que te cuadre,
    reina de la empírea corte,
    hija del eterno Padre,
    del Paráclito consorte,
    y del Verbo virgen madre?
    Tú a quien, aunque hija de Adán,
    de emperatriz nombre te dan
    los nobles hijos del cielo,
    y atentos en santo celo
    a tus preceptos están;
    Tú que eres ¡en tal manera
    de Dios la gracia en...

  • Niñas que leyendo aquesto
    Mostrarán ceñudo el gesto,
    Si, las hay;
    Pero que de lo leído
    Saquen el fruto debido,
    No las hay.

    Niñas pulidas y bellas
    Como el sol y las estrellas,
    Si, las hay;
    Pero de tal condición
    Que no tengan presunción,
    No las hay.

    Niñas que a los doce abriles
    Cuentan las gracias a miles,
    Si...

  • A***

    Ven conmigo a la playa tranquila,
    mientras tiende la tarde su velo:
    ¿No parece camino del cielo
    la dormida llanura del mar,
    y que el cielo, cual margen opuesta,
    de la mar la llanura termina?
    ¿No parece que a playa divina
    azul senda nos puede llevar?
    ¡Quién pudiera en blandísima nave,
    por aligeras brisas llevada,
    ...

  • Todo es penar, o amigas, todo es llanto
    para aquel que sin término camina,
    y que, luchando sin cesar, en tanto
    que tierno afecto el corazón domina,
    se desprende de todo, y llora, y gime,
    y obedece al destino que le oprime.
    Aislado siempre, y siempre solitario
    en medio del gentío,
    en su mente recorre el tiempo vario,
    que aún tiene...