A***
Ven conmigo a la playa tranquila,
mientras tiende la tarde su velo:
¿No parece camino del cielo
la dormida llanura del mar,
y que el cielo, cual margen opuesta,
de la mar la llanura termina?
¿No parece que a playa divina
azul senda nos puede llevar?
¡Quién pudiera en blandísima nave,
por aligeras brisas llevada,
arribar a celeste ensenada,
floreciente de eterno verdor!
¡Quién allí donde vive perenne
el afecto del alma serena,
a la ley de mudanza terrena
quién pudiera arrancar nuestro!