José María Gabriel y Galán

  • I
    Dime coplas, musa mía.
    ¿Me las niegas por vulgares?
    ¿Me reprendes la osadía
    de que en coplas populares
    quiera cantar a María?

    ¿Murmuras avergonzada
    porque en la ruda tonada
    de esta mortal criatura
    no cabe la gran figura
    de María...

  • I

    Mucho más alto que los anchos valles,
    honda vivienda de la grey humana,
    mucho más alto que las altas torres
    con que los hombres a los siglos hablan;
    mucho más alto que la cumbre arbórea,
    llena de luz, de la colina plácida;
    mucho más alto que la...

  • I

    No fue una reina
    de las Españas,
    fue la alegría
    de una majada.
    Trece años cumple
    para la Pascua
    la cabrerilla
    de Casablanca.
    Su pobre madre
    sola la manda
    todas las tardes
    a la majada.
    Lleva ropillas,
    lleva...

  • ¡Lo amaba, lo amaba!
    ¡No fue sólo milagro del genio!
    Lo intuyó cuando estaba dormido,
    porque sólo en las sombras del sueño
    se nos dan las sublimes visiones,
    se nos dan los divinos conceptos,
    la luz de lo grande,
    la miel de lo bello...
    ¡Lo amaba, lo...

  • En el nombre de Dios que las abriera,
    cierro las puertas del hogar paterno,
    que es cerrarle a mi vida un horizonte
    y a dios cerrarle un templo.

    Es preciso tener alma de roca,
    sangre de hiena y corazón de acero,
    para dar este adiós que en la garganta
    se...

  • Yo aprendí en el hogar en qué se funda
    la dicha más perfecta,
    y para hacerla mía
    quise yo ser como mi padre era
    y busqué una mujer como mi madre
    entre las hijas de mi hidalga tierra.
    Y fui como mi padre, y fue mi esposa
    viviente imagen de la madre muerta...

  • Dos paisajes: el uno soñado
    y el otro vivido.
    ¡Cuán amarga, sin sueños, me fuera
    la vida que vivo!

    Era un trozo de tierra jurdana
    sin una alquería;
    era un trozo de mundo sin ruido,
    de mundo sin vida.

    Era un campo tan solo, tan solo
    como un...

  • Araba el tío Mariano
    la húmeda tierra gredosa,
    y entre la bruma lluviosa
    del horizonte lejano,

    con cierta noble ansiedad
    que a la amargura se junta,
    miraba, al volver la yunta,
    las torres de la ciudad.

    Allí los amos estaban
    de aquel pedazo...

  • ¿Por qué estás triste, mujer?
    ¿Pues no te sé yo querer
    con un amor singular
    de aquellos que hacen llorar
    de doloroso placer?

    Crees que mi amor es menor
    porque tan hondo se encierra,
    y es que ignoras que el amor
    de los hijos de esta tierra
    no...

  • Aquí se siente a Dios. En el reposo
    de este dulce aislamiento
    un fecundo sentido religioso
    preside el pensamiento.
    Derrámase por uno de dulzuras
    ambiente equilibrado,
    y en él cosecha las ideas puras
    de que está penetrado.
    Y sereno después, las alas...