Cuentas del tío Mariano

Araba el tío Mariano la húmeda tierra gredosa, y entre la bruma lluviosa del horizonte lejano, con cierta noble ansiedad que a la amargura se junta, miraba, al volver la yunta, las torres de la ciudad. Allí los amos estaban de aquel pedazo de llano, ya convertido en pantano por lluvias que no amainaban. Y no pensaba el rentero que el amo estaba al abrigo del bofetón del hostigo y el frío del aguacero. Aspiraciones más parcas tentaban al viejo charro mientras hundía en el barro sus bien calzadas abarcas. Era un día de febrero revuelto, lluvioso y frío; cada camino era un río y un charco cada sendero. Bajaban por las quebradas turbios regatos zumbando, que iban el hoyo inundando de hoscas aguas coloradas. Y era el barbecho un fangal, y el prado un estanque era, y una charca la ribera, los valles un chapatal. Arrebataba el solano las gotas del aguacero, que eran las puntas de acero de su látigo inhumano. Iracundos los zagales bregaban con los corderos y los cabritos zagueros hundidos en los fangales. Y el pobre tío Mariano, con la anguarina calada, bajo un brazo la aguijada y en la mancera una mano, arando estaba en tal día por no perder una huebra, donde diz que el viento quiebra cosa que él solo diría, pues en aquella desnuda tierra llana sin abrigo le flagelaba el hostigo la cara con saña cruda. Y así malamente araba y echaba el hombre sus cuentas, las cuentas de aquellas rentas que por las tierras pagaba. Bien echadas las tenía, pero con mal resultado, y así, terco y porfiado, las iba haciendo aquel día; «Las rastras ya no las miento; hogaño, si pinta el año, no será ningún extraño que me arrimase a las ciento. Se ha derramao en sazón; la desará fue mu guapa, y si sigue asín, no escapa de haber buena granición.» (Este cálculo lo hacía con las leves omisiones de langosta, inundaciones, de pedriscos y sequía...) «¡Ahora, tanto pa calzar, tanto en vestir y en comer... (Y no hablaba de beber, porque era hablar... de la mar.) «Tanto pa contribuciones, tanto pa renta y simiente...» Y así fue del remanente practicando sustracciones. Y de las ciento supuestas sustrajo el tío Mariano tantas fanegas de grano, que al pasar de ciento éstas, puso cara de ansiedad, dijo con pena, mirando y el cuerpo zarandeando, las torres de la ciudad: «Si hogaño fuese allá un día y el amo bajar quisiera seis fanegas..., ¡cualisquiera, cualisquiera me tosía!...» ¡Señor del tío Mariano!: si acude a ti, sé piadoso, que harás un hogar dichoso con seis fanegas de grano.

Collection: 
1890

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