Un gordo capuchino confesaba
a una sierva de Dios que se quejaba
de un panadizo fiero que tenía
en un dedo ya mucho tiempo hacía,
el cual, sin mejorarse con ungüentos,
cada vez le causaba más tormentos.
El fraile, de su mal compadecido,
la dijo: -Hermana, tenga por perdido
el tiempo que se aplica
asquerosos emplastos de botica,...