•  Me obsedan tus manos exangües y finas,
    ¡tus manos! puñales de heridas ajenas,
    cuando en el teclado predicen, en notas,
    las inapelables deseadas condenas...

     Tus manos, amores de nardos y rosas,
    cuya Histeria tiene sangre de pasiones,
    como aquellas...

  • Ojos indefinibles, ojos grandes,
    como el cielo y el mar hondos y puros,
    ojos como las selvas de los Andes:
    misteriosos, fantásticos y oscuros.

    Ojos en cuyas místicas ojera
    se ve el rostro de incógnitos pesares,
    cual se ve en la aridez de las riberas
    la huella de las ondas de los mares.

    Miradme con amor, eternamente,
    ojos de melancólicas...

  • MÁS negros que la noche de mis penas;
    Más bellos que el amor y la poesía;
    Más ardientes que el sol que fecundiza
            Tu hermosa Andalucía.
    Fueran mortales, cual saeta aguda,
            Si Dios, con sabio celo,
    No los hubiera puesto en tu semblante
            Para mirar al cielo.

  • Tus ventanas, con pájaros y flores
    Tus ventanas que miran al Oriente,
    Están esclarecidas con la gracia
    De la aurora riente
    Que con primicias de su luz decora
    La virtud de tu frente.

    Tus ventanas de antigua arquitectura
    En que el canario, a trinos, alborota
    La paz de tu silencio provinciano;
    Ventanas en que flota,
    Para embriaguez de...

  • TIO Y SOBRINO

                            I

    «Mi querido sobrino:
    Acabo de saber, con gran sorpresa,
    que estás para casarte con Teresa,
    la sobrina del juez de Pumarino.
    Tu sabes demasiado
    que el otoño pasado,
    ese juez, que es un tío muy grosero,...

  • Tú no sabes amar; ¿acaso intentas
    darme calor con tu mirada triste?
    El amor nada vale sin tormentas,
    ¡sin tempestades... el amor no existe!

    Y sin embargo, ¿dices que me amas?
    No, no es el amor lo que hacia mí te mueve:
    el Amor es un sol hecho de llamas,
    y en los soles jamás cuaja la nieve.

    ¡El amor es volcán, es rayo, es lumbre,
    y debe...

  • Tú vienes con el alba.jpg

    Tú vienes con el alba, por eso eres rosada;
    tus ojos, que se acuerdan del trópico,
    ...

  • Duerme, duerme tu gran sueño denso.

    ¿Recuerdas? Yo sí. Cuando descansabas, pero menos lívida y no con esa mala rigidez, que me entra en el pecho.

    No era, como ahora, negro tu lecho, más liviana era mi alma. No velaban tu reposo esos seis fatales cirios, cuya luz trémula enturbia tus facciones.

    Era el trabajo.

    Trabajo espacioso, ritmado por lenta pluma, que...

  • ¡Ya todo se acabó!... Dejad que el pecho
    Por un instante con mi mano oprima,
    Dejad que el llanto de mis ojos corra,
    Dejad que mi alma sollozando gima.

    Es, señora, mi llanto postrimero,
    Llanto del triste corazón herido,
    Es mi último sollozo en este mundo,
    Es en la tierra mi postrer gemido.

    Llorar al pie de un tumulto, señora,
    Nunca del...