La luna riela su acorde quieto sobre la arena, la arena, la arena.
El acorde quieto se alegra en quebraduras luminosas, sobre y dentro del alabastro del templo-joya, apesadumbrado por el avance de la arena secular, infinitesimal, sepultora, inconsciente, destructora, lenta, pesada, en su constancia de vagabundos oleajes muertos.
El viento pausado -noche que se desplaza-, calor...