Una luz familiar; una sencilla
bondadosa verdad en el sendero;
un estoico fervor de misionero
que traía por biblia una cartilla.

 Cuando en la hora aciaga, en el...

A Doña Sylla da Silva

Si de estas cuerdas mías, de tonos más que rudos,
te resultan en ásperos sus rendidos saludos,
y quieres blandos ritmos de credos idealistas,
aguarda delicados poetas modernistas

que alabarán en oro tus posibles desdenes,
coronando de...

 ¡Ah, por fin sola! Te dejaron
las buenas amigas, las locas
de siempre.
 ¡Qué alegres se fueron,
qué risas las suyas!
...

 Ya lo sabemos. No nos digas nada.
Lo sabemos: ahórrate la pena
de contarnos sonriendo lo que sufres
desde que estás enferma,
¡ Ah, te vas sin remedio,
te vas, y, sin embargo, no te quejas:
jamás te hemos...

 Cuando escucho el rojo violín de tu risa,
en el que olvidados acordes evocas,
un cálido vino — licor de bohemia —
me llena el cerebro de músicas locas.

 Un vino...

 ¡De todo te olvidas! Anoche dejaste
aquí, sobre el piano, que ya jamás tocas,
un poco de tu alma de muchacha enferma:
un libro, vedado, de tiernas memorias.

 ...

 Me obsedan tus manos exangües y finas,
¡tus manos! puñales de heridas ajenas,
cuando en el teclado predicen, en notas,
las inapelables deseadas condenas...

 Tus...

 Hoy recibí tu carta. La he leído /
con asombro, pues dices que regresas,
y aún de la sorpresa no he salido...
¡Hace tanto que vivo sin sorpresas!

 « Que por fin...

 Ya la tarde libra el combate postrero,
en las flechas de oro que lanza el ocaso,
y se va — como un príncipe, caballero
en el rojo corcel del Ocaso. —

 Se ahonda...

 Como las extraordinarias
pero irreales doncellas
que vieron en las estrellas
las hostias imaginarias
de sus noches visionarias,
así tus blancas patenas
quedarán tan sólo llenas
de tu gesto de mujer,...