En province, dans la largueur matutinale
G. RODENBACK

    Dulzuras maternales de la hora matutina...
bajo cielos que evocan los caprichos de Goya,
mueven los frescos árboles su ropa esmeraldina
que el sol de...

Apolinada a las voces lejanas
de la siringa del fauno sonoro
ponen oído las musas hermanas
en el dormido crepúsculo de oro.

Un manantial melodioso de lloro
tiembla en la flauta de risas paganas,
Apolonida a las voces lejanas
de la siringa del fauno...

Al espíritu de Arturo Borja

Hermano, que a la diestra del padre Verlaine moras
y por siglos contemplas las eternas auroras
y la gloria del Paracleto,
un mensaje doliente mi cítara te envía,
en el cuello...

I
Bajo el oro del sol, sedeña y pura
vendrás para curar mis hondos males,
trayendo en mil redomas, orientales
bálsamos de consuelo y de ventura.

Ungirás mi dolor con tu...

En la penumbra florida,
la luna llena de enero
da el valor de nuestra vida:
cero.

Por el estrellado allá,
gris, piruetea la Luna;
y el reloj suspira
la una.

Algo de nosotros mismos
sube a buscar en el cielo
el ilusorio consuelo
...

    Tienes esa elegancia lánguida y exquisita
de las pálidas vírgenes que pintó Burne Jones;
y así pasas, como una visión prerrafaelita,
por los parques floridos de mis vagas canciones...

    Y si el cielo azulado tu mirar extasia
cuando el poniente riega sus...

Desgranamiento de rubíes
y crujidos de seda rosa,
romper de gasas carmesíes
y de púrpura temblorosa.

Ópalos, granas y berilos
en las ondas aurirrizadas,
que a las rocas de duros filos
dejan de luces consteladas.

Sobre los riscos y peñones
...

Fin

Cuando la noche negra amenaza la Tierra
el buho abre los ojos, la paloma los cierra;

así suena mi júbilo su caracol sonoro
con la fragante risa de la mañana de oro;

y, en las anubarradas noches de duelo y llanto,
como una alondra tímida, enmudece mi canto.

Vimos los laberínticos senderos interiores
—ideas como larvas y monstruos roedores—:
toda la fauna y flora que nutren el Espanto
y la Locura...

El aire sabía a sangre y llanto.
Y llegamos al círculo postrer de condenados,
y yo dije:

—Maestro: ¿y esos...

Pero hasta que se apaguen las húmedas pupilas
de este loco muchacho que te dice sus versos,
rimarán en tu gloria sus más dulces canciones
los líricos bulbules que cantan en mi huerto!

Quizás nunca regreses, o cuando tú retornes,
mi corazón, inmóvil, duerma su...