Gustavo Adolfo Bécquer

  • No digáis que agotado su tesoro,
    De asuntos falta, enmudeció la lira:
    Podrá no haber poetas; pero siempre
     Habrá poesía.

    Mientras las ondas de la luz al beso
     ...

  •  Sabe, si alguna vez tus labios rojos
    Quema invisible atmósfera abrasada,
    Que el alma que hablar puede con los ojos,
    También puede besar con la mirada.

  • Si de nuestros agravios en un libro
    se escribiese la historia,
    y se borrase en nuestras almas cuanto
    se borrase en sus hojas;

    te quiero tanto aún; dejó en mi pecho
    tu amor huellas tan hondas,
    que sólo con que tú borrases una,
    ¡las borraba yo todas!

  • Olas gigantes que os rompéis bramando
    en las playas desiertas y remotas,
    envuelto entre la sábana de espumas,
    ¡llevadme con vosotras!

    Ráfagas de huracán que arrebatáis
    del alto bosque las marchitas hojas,
    arrastrado en el ciego torbellino,
    ¡llevadme...

  • Como enjambre de abejas irritadas,
    de un obscuro rincón de la memoria
    salen a perseguirnos los recuerdos
    de las pasadas horas.

    Yo los quiero ahuyentar. ¡Esfuerzo tan inútil!
    Me rodean, me acosan,
    y unos tras otros a clavarme vienen
    el agudo aguijón que...

  • Flores tronchadas, marchitas hojas
    arrastra el viento;
    en los espacios tristes gemidos
    repite el eco.

    ................................

    Entre las nieblas de lo pasado,
    en las regiones del pensamiento,
    gemidos tristes, marchitas galas
    son mis...

  • La gota de rocío que en el cáliz
    duerme de la blanquísima azucena,
    es el palacio de cristal en donde,
    vive el genio feliz de la pureza.

    Él le da su misterio y poesía;
    él, su aroma balsámico le presta.
    ¡ Ay de la flor, si de la luz al beso
    se evapora...

  • XV.

     
     Cendal flotante de leve bruma,
    Rizada cinta de blanca espuma,
    ...

  • Nuestra pasión fue un trágico sainete
    en cuya absurda fábula
    lo cómico y lo grave confundidos
    risas y llanto arrancan.

    Pero fue lo peor de aquella historia
    que al fin de la jornada
    a ella tocaron lágrimas y risas
    y a mí, sólo las lágrimas.

  • Yo me he asomado a las profundas simas
    de la tierra y del cielo
    y les he visto el fin con los ojos
    o con el pensamiento.

    Mas, ¡ay! de un corazón llegué al abismo,
    y me incliné por verlo,
    y mi alma y mis ojos se turbaron:
    ¡tan hondo era y tan negro!...