Gustavo Adolfo Bécquer

  • Lejos y entre los árboles
    de la intrincada selva,
    ¿no ves algo que brilla
    y llora? Es una estrella.

    Ya se la ve más próxima,
    como a través de un tul
    de una ermita en el pórtico
    brillar. Es una luz.

    De la carrera rápida
    el término está...

  • XVI.

     
    Si al mecer las azules campanillas
    De tu balcón,
    Crees que suspirando pasa el...

  • Pasaba arrolladora en su hermosura
    y el paso le dejé,
    ni aun mirarla me volví, y no obstante
    algo en mi oído murmuró “Esa es”.

    ¿Quién reunió la tarde a la mañana?
    Lo ignoro; sólo sé
    que en una breve noche de verano
    se unieron los crepúsculos y ... “fue...

  • Como se arranca el hierro de una herida
    su amor de las entrañas me arranqué,
    aunque sentí al hacerlo que la vida
    me arrancaba con él.

    Del altar que le alcé en el alma mía
    la voluntad su imagen arrojó,
    y la luz de la fe que en ella ardía
    ante el ara...

  • Como guarda el avaro su tesoro,
    guardaba mi dolor;
    le quería probar que hay algo eterno
    a la que eterno me juró su amor.

    Mas hoy le llamo en vano y oigo al tiempo
    que le agotó, decir:
    "¡Ah, barro miserable, eternamente
    no podrás ni aun sufrir!

    ...
  • Una mujer me ha envenenado el alma
    otra mujer me ha envenenado el cuerpo;
    ninguna de las dos vino a buscarme,
    yo, de ninguna de las dos me quejo.

    Como el mundo es redondo, el mundo rueda.
    Si mañana, rodando, este veneno
    envenena a su vez, ¿porqué acusarme?...

  • Podrá nublarse el sol eternamente;
    podrá secarse en un instante el mar;
    podrá romperse el eje de la tierra
    como un débil cristal.

    ¡Todo sucederá! Podrá la muerte
    cubrirme con su fúnebre crespón;
    pero jamás en mí podrá apagarse
    la llama de tu amor.

    ...
  •  Yo soy ardiente, yo soy morena,
    Yo soy el símbolo de la pasión;
    De ansia de goces mi alma está llena.
    — ¿A mí me buscas? — No es á tí; no.

     — Mi frente es pálida...

  • XXVII.

     
     Despierta, tiemblo al mirarte;
    Dormida me atrevo á verte;
    Por eso, alma de mi alma,
    ...

  • Dejé la luz a un lado, y en el borde
    de la revuelta cama me senté,
    Mudo, sombrío, la pupila inmóvil
    clavada en la pared.

    ¿Qué tiempo estuve así? No sé: al dejarme
    la embriaguez horrible de dolor,
    expiraba la luz y en mis balcones
    reía el sol.

    ...