Como cruzado, a Judea
fue de escudero Pachín
con el abad de la aldea
de Serín.
Para hacer un relicario
juró traer a su amor
un pedazo del sudario
del Señor.
Pero Pachín ¿no sabría
que, si Dios bajó a morir,
volvió al cielo al tercer día
a subir?
Y si la tumba sagrada
no encerró a Cristo jamás,
¿qué halló en ella? -¡Polvo y nada,
nada más!
-Por un sepulcro vacío
-Pachín se atrevió a decir-,
¡cuánto hombre viene, Dios mío,
a morir!-
Y, sin lograr los tesoros
que, al ir, pensaba traer,
le valpulearon los moros
al volver.
Perdió la fe en tal jornada...
y se condenó por fin.
Así acabó la cruzada
de Pachín.