"En la noche del día de mi santo"
(a Londres me escribiste)
"mira la estrella que miramos tanto
la noche que partiste."
Pasó la noche de aquel día, y luego
me escribiste exaltada:
"Uní en la estrella a tu mirar de fuego
mi amorosa mirada."
Mas todo fue ilusión; la noche aquella,
con harta pena mía,
no pude ver nuestra querida estrella...
porque en Londres llovía.