A Hero Leandro adoraba,
y, por verla, enamorado
el Helesponto cruzaba
todas las noches a nado.
Y, según la fama cuenta,
Hero una luz encendía
que en las noches de tormenta
de faro al joven servía.
Una noche a Hero cansada
de mirar hacia Bizancio,
rendida, aunque enamorada,
la hizo dormirse el cansancio.
Y esto su amor no mancilla,
pues todas, lo mismo que Hero,
tienen el cuerpo de arcilla
aun teniendo el alma de acero.
Y lo más triste es que, apenas
la pobre Hero se durmió,
cuando un aire desde Atenas,
la luz, soplando, apagó.
Viendo él la luz apagada,
sintió aquel olvido tanto,
que, maldiciendo a su amada,
abrasó el mar con su llanto.
Y queriendo, o sin querer,
de pena se dejo ahogar,
sin que él pudiese saber
si le ahogó el llanto o la mar.
Lo cierto es que al desdichado,
al rayo del sol primero
la tormenta le echó, ahogado,
al pie de la torre de Hero.
Y cuando muerto le vio,
Hero, cual Leandro fiel,
se arrojó al agua y murió
como él, por él y con él.
¡Que ellas, fuertes en amar
y flacas en resistir,
si duermen para esperar,
despiertan para morir!