El emigrado

¡Oh patria, patria, a Dios por largos años, y quizás por la vida! -Patria amada, te devoran los pérfidos engaños, y la víctima pura es inmolada. Yo que, anegado en lágrimas, camino sobre el suelo adorado en que naciera, no soy el infeliz que contamino, cual dicen, con mi acento tu ribera. Yo mísero en mis sueños solamente la dicha de mi patria recordaba, y en el ardor del día, acá en mi mente tan solo en su ventura me ocupaba. Erré tal vez -mortal y desgraciado ¡podría yo no errar!- ¡Ah! Lo confieso, nunca mi corazón fuera malvado. ¡De la maldad cuán bárbaro es el peso! Yo lo vi, yo lo vi, porque, mi mano de un pérfido los lloros enjugara; yo los sequé, que al fin era un humano, y el dolor sus entrañas desgarrara. ¡Oh cuál sus propios brazos retorcía! ¡Cuál recordaba el tiempo ya perdido! ¡Qué blasfemias su acento profería! ¡Y cuál mordía el labio enfurecido! Yo nunca palpité más que de pena, yo de arrepentimiento; bajo el cielo con dolor arrastrara la cadena, y al fin ya me ha postrado por el suelo. Apréstame el bajel, oh marinero, y pide al dios del mar amor y ayuda; si el adiós que profiero es el postrero, adiós, oh patria, ¡adiós!...mi pena es muda.

Collection: 
1833

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