A la memoria de Dolores Veintemilla

I

Tiembla la pluma en mis manos,
el llanto a mis ojos brota
y en silencio y gota a gota
va cayendo en el papel;
y como no hallo una queja
harto doliente y sentida,
con la pluma suspendida
lloro tu destino cruel.

¡Ay! el mundo enturbió impío
de tu vida la onda pura
y ante ti ¡pobre criatura!
rugió negra tempestad;
y cruzando las regiones
de un sombrío escepticismo,
¡te lanzaste en el abismo
de la oscura eternidad!

II

Ninguno como yo te comprendía:
todo lo grande tu alma arrebataba
y en tus ojos chispeantes se irradiaba
el fuego de tu ardiente corazón.
Serena desafiando las tormentas,
nunca viose tu frente oscurecida;
pero al dejar las playas de la vida
cobarde fue tu heroica abnegación.

¡Ah! ¿cómo no rompiste horrorizada
ese cáliz fatal que hirvió en tu pecho,
al contemplar en su tranquilo lecho
al hijo caro de tu tierno amor?
En esa hora terrible de martirio ya,
en tu pesar, tal vez estabas loca,
cuando pusiste en su inocente boca
el mudo beso de tu amargo «adiós».

¡Pobre mujer! ya duermes en el polvo,
mas nadie te ha de alzar una plegaria,
ni ha de verse en tu huesa solitaria
la bendita figura de una cruz.
Y sólo el astro que alumbró tu cuna,
al caer moribundo en occidente,
verterá en tu sepulcro tristemente
el pálido fulgor de su áurea luz.

Vosotros, los que fuisteis sus amigos,
compadeced su muerte desastrosa,
y en el duro peñasco en que reposa
plantad siquiera un fúnebre ciprés;
y al menos este frágil monumento
consagrado a su bárbaro suplicio;
no olvidéis su terrible sacrificio,
y visitad su tumba alguna vez.

Collection: 
1853

More from Poet

  • El tenue resplandor del sol naciente
    poco a poco los cielos ilumina,
    y al fresco soplo de vital ambiente
    va huyendo presurosa la neblina.

    En los árboles húmedos resbalan
    trémulos visos de carmín y de oro,
    y aleteando los pájaros exhalan
    en trino alegre...

  • (Al señor bachiller Pereira Gamba)

    I
    ¿No conoces a Delia?
    ¿No has visto, por ventura,
    al contemplar su angélica hermosura,
    esa luz fulgurante
    que tranquila se irradia en su semblante,
    como el resplandor vago
    que la callada luna
    vierte en las...

  • I

    Por más que un Rómulo crítico
    desprecie tu numen poético,
    porque envidioso y raquítico
    le irrita todo lo atlético;

    levanta tu voz homérica,
    y siempre entusiasta y lírico,
    entre tu mano colérica,
    rompe su dardo satírico.

    Y estalla en...

  • Un año, un año ¡oh dulce madre mía!
    que lejos estoy ya de tu presencia,
    desde aquí bendiciendo tu existencia,
    tus caricias, tus besos y tu amor;
    y ante el cielo pidiéndole de hinojos,
    que la apacible luz de tu mirada
    siempre irradie en mi frente deshojada...

  • Triste estoy, Josefina idolatrada,
    y en medio de mi fúnebre dolencia,
    al través de las sombras de la ausencia,
    inmóvil te contemplo junto a mí;
    y te oigo ¡ay! y te miro desolada
    suelta al aire tu blonda cabellera,
    y tan tierna, sensible y lastimera,
    cual...