Ahí, tendido en la desierta arena, cual gladiador vencido, náufrago buque, con amarga pena contemplo rotos tu poder, tu gloria; y el mar sañudo, que a tus pies resuena, parece, al son de sus movibles olas, celebrar tu desastre y su victoria. ¿Quién lo temió cuando por vez primera, al viento dando las tendidas lonas, soberbia nave, el resguardado puerto dejaste y, altanera, de las aguas sin fin por el desierto, buscaste audaz las apartadas zonas? ¡Qué bello entonces, nave, hubiera sido, cuando en bonanza el mar sus olas tiende y el sol de fuego, hasta el cenit subido, en cambiantes de luz el agua enciende, tu vela hinchando las saladas brisas, que blandas rizan la nevada espuma, verte llevada, como leve pluma, por sus extensas superficies lisas! O bien, al rebramar las tempestades, cuando imponente el huracán conmueve las inmensas, cerúleas soledades, y apiña el manto de enlutadas nubes; cuando la mar sus gigantescas moles lanza de Norte a Sur, de polo a polo, y un continente y otro estremecidos pueden apenas sostener su embate, ¡verte a ti, buque audaz, verte a ti solo ante el viento y la mar embravecidos, trabar con viento y mar rudo combate! Y ora mirarte allá en el horizonte punto negro escondido; ora avanzando al pavoroso empuje del agua, tal como gigante monte sobre ti desprendido; y verte al fin, las olas y huracanes venciendo, entrar en el seguro puerto que en largos brazos se extendía abierto, calma feliz brindando a tus afanes. Hoy, escarnio del mar que dominante, muestra eres fiel de la inconstante suerte, muda lección que a los humanos dice el fin cercano del poder más fuerte... ...Tal en la tierra míseros despojos vemos aún de los pasados pueblos que sobre el mundo han sido, restos de los imperios naufragados en el mar de la edad, que ella abandona sobre las playas del eterno olvido. [...] Como tú, buque audaz, el alma mía bogó al nacer por mares de ventura; después la tempestad de las pasiones cambió su claro cielo en noche oscura, y airados aquilones la combatieron con su furia impía, hasta que al fin, del triste desengaño sobre la arena fría, náufraga mi esperanza se halla ahora, sombra no más de lo que fue algún día. ¡Nave infeliz, si tu cortante prora surcó la mar en busca de riquezas, que la paz y el comercio te brindaron, yo deploro tu fin! Mas, si sus iras en ti escondió la tormentosa guerra, que en sed de sangre y destrucciones vino a conturbar el golfo cristalino, estrecha siendo a su furor la tierra; si obedeciendo, cruel, a tu marino, aportaste a las líbicas arenas para llenar tu seno, en su codicia, con sus hijos cargados de cadenas, que América por oro le trocase, saciando su sacrílega avaricia, o si buscate, oh nave, entre los mares a la ambición del hombre un nuevo mundo ignorado hasta aquí, donde la Europa su germen lleve de dolor y horrores, y de su vicio inmundo derrame llena la nefanda copa, bien hizo el ancho mar, el mar profundo, en desatar su rabia y sus furores para arrojarte sobre playa ignota, donde la ira de tu Dios se lea, y abandonada y rota lección al hombre tu infortunio sea.
A un buque náufrago
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