• ¡Oh! tarde dolorosa que con tu cielo de oro
    finges las alegrías de un declinar de estío.
    ¡Tarde! Las hojas secas en su doliente coro
    van llenando mi alma de un angustioso frío.

    La risa de la fuente me parece ser lloro;
    el aire perfumado tiene aliento de lirios;
    añoranzas me llegan de unos viejos martirios
    y a mi mente se asoman unos ojos que adoro...

  • Ahora quiero amar algo lejano...
    Algún hombre divino
    Que sea como un ave por lo dulce,
    Que haya habido mujeres infinitas
    Y sepa de otras tierras, y florezca
    La palabra en sus labios, perfumada:
    Suerte de selva virgen bajo el viento...

    Y quiero amarlo ahora. Está la tarde
    Blanda y tranquila como espeso musgo,
    Tiembla mi boca y mis dedos...

  • Ahora quiero amar algo lejano...
    Algún hombre divino
    Que sea como un ave por lo dulce,
    Que haya habido mujeres infinitas
    Y sepa de otras tierras, y florezca
    La palabra en sus labios, perfumada:
    Suerte de selva virgen bajo el viento...

    Y quiero amarlo ahora. Está la tarde
    Blanda y tranquila como espeso musgo,
    Tiembla mi boca y mis dedos...

  • Noble señora de provincia: unidos
    en el viejo balcón que ve al poniente,
    hablamos tristemente, largamente,
    de dichas muertas y de tiempos idos.

    De los rústicos tiestos florecidos
    desprendo rosas para ornar tu frente,
    y hay en los fresnos del jardín de enfrente
    un escándalo de aves en los nidos.

    El crepúsculo cae soñoliento,
    y si con tus...

  • Muchachas, muchachos,
    a la rueda rueda
    que en mi pecho tengo
    toda la música de la tarde
    y una alegría azul, que tiñe mis pupilas.

    Muchachas, muchachos,
    a la rueda rueda.
    Que vuestra sea la calle
    y toda la vereda.

    Niña mía, si estás triste
    te bajaré una estrella
    y a la rueda rueda
    tú jugarás con ella.

    Muchachas,...

  • Tules de nieblas sobre las campañas
    velaban los contornos de la quinta
    y ascendía, en la tarde de aúrea tinta,
    la égloga suspirante de las cañas.

    Desenrrollaba su monstruosa cinta
    la negra procesión de las montañas
    y evocaba el temblor de tus pestañas
    nuestra felicidad por siempre extinta.

    Entre las sombras, un gemir de esquilas
    anunciaba...

  • En la indiferencia silente del atardecer pampeano, un vasco canta.

    Recuerda cuestas y pendientes rocosas y valles quietos o aldeas pueriles.

    La voz es mala, el afinamiento orillea. El ritmo de la guadaña descogota la canción, a cada cadencia ondulosa, que nada es, en la indiferencia llana del atardecer pampeano.

    Las ovejas balan volviendo al encierro, el vasco...

  • Tarde lluviosa en gris cansado,
    y sigue el caminar.
    Los árboles marchitos.
    Mi cuarto, solitario.
    Y los retratos viejos
    y el libro sin cortar...

    Chorrea la tristeza por los muebles
    y por mi alma. Quizá,
    no tenga para mí Naturaleza
    el pecho de cristal.

    Y me duele la carne del corazón
    y la carne del alma. Y al hablar,
    se...