Dieron alojamiento
a un tunante sargento
en la casa de cierta labradora,
viuda, joven, con humos de señora,
cuyo genio intratable
en breve con su huésped se hizo amable,
habiendo reparado
que era rollizo, sano y bien formado;
tanto, que dijo para su capote:
-¡ Vaya! Tendrá un bellísimo virote.
Al tiempo que cenaron,
...