• Apolinada a las voces lejanas
    de la siringa del fauno sonoro
    ponen oído las musas hermanas
    en el dormido crepúsculo de oro.

    Un manantial melodioso de lloro
    tiembla en la flauta de risas paganas,
    Apolonida a las voces lejanas
    de la siringa del fauno sonoro.

  • Al señor don Ernesto de Noboa y Caamaño!
    Límpido caballero de la más limpia hazaña
    que en le Época de Oro fuera grande de España
    y que en la inquietud loca de estos tiempos, huraño
    tornóse, y en el campo cultiva su agrio esplín.
    Hermano-poeta, esta vida de Quito,
    estúpida y molesta, está hoy insoportable
    con su militarismo idiota e inaguantable.
    ...

  • Al espíritu de Arturo Borja

    Hermano, que a la diestra del padre Verlaine moras
    y por siglos contemplas las eternas auroras
    y la gloria del Paracleto,
    un mensaje doliente mi cítara te envía,
    en el cuello de nieve de la alondra del día,
    cuyo pico humedecen las mieles del Himeto.

    Ya no se oye...

  • Era un sueño muy dulce y lejano...
    En la verde y floreada alameda
    con la vaga tristeza de un piano
    se juntaba el frúfré de tu seda.

    El camino era largo; las flores,
    se inclinaban, la luna dormía,
    despertaban mis locos amores
    de una vieja y letal atonía.

    ¡Oh, qué larga, qué triste avenida!
    y ninguno pensaba en el viaje,
    yo llevaba tu...

  • Tantas plumas,

    tantas plumas,

    y mi pecho desierto,

    ayer henchido de versos.

  • La luna riela su acorde quieto sobre la arena, la arena, la arena.

    El acorde quieto se alegra en quebraduras luminosas, sobre y dentro del alabastro del templo-joya, apesadumbrado por el avance de la arena secular, infinitesimal, sepultora, inconsciente, destructora, lenta, pesada, en su constancia de vagabundos oleajes muertos.

    El viento pausado -noche que se desplaza-, calor...

  • Niños del mundo,
    si cae España -digo, es un decir-
    si cae
    del cielo abajo su antebrazo que asen,
    en cabestro, dos láminas terrestres;
    niños, ¡qué edad la de las sienes cóncavas!
    ¡Qué temprano en el sol lo que os decía!
    ¡Qué pronto en vuestro pecho el ruido anciano!
    ¡Qué viejo vuestro dos en el cuaderno!

    Niños del mundo, está
    ...

  • I
    Bajo el oro del sol, sedeña y pura
    vendrás para curar mis hondos males,
    trayendo en mil redomas, orientales
    bálsamos de consuelo y de ventura.

    Ungirás mi dolor con tu hermosura,
    y con tus dedos finos y liliales;
    derramarás en mí los manantiales
    que...

  • Yo nací un día
    que Dios estuvo enfermo.

    Todos saben que vivo,
    que soy malo; y no saben
    del diciembre de ese enero.
    Pues yo nací un día
    que Dios estuvo enfermo.

    Hay un vacío
    en mi aire metafísico
    que nadie ha de palpar:
    el claustro de un silencio
    que habló a flor de fuego.

    Yo nací un día
    que Dios estuvo enfermo....

  • Esta calle vieja
    de viejas paredes
    de aire viejo y triste
    de muros y musgos.

    Calle amarga
    donde es triste vernos
    vestidos de fantasmas
    donde todo es triste
    porque fue
    y no ha sido.
    Porque ya ha pasado
    y porque el tiempo es triste.