¡Oh! tarde dolorosa que con tu cielo de oro
finges las alegrías de un declinar de estío.
¡Tarde! Las hojas secas en su doliente coro
van llenando mi alma de un angustioso frío.

La risa de la fuente me parece ser lloro;
el aire perfumado tiene aliento de lirios;...

Poet: Arturo Borja

Ahora quiero amar algo lejano...
Algún hombre divino
Que sea como un ave por lo dulce,
Que haya habido mujeres infinitas
Y sepa de otras tierras, y florezca
La palabra en sus labios, perfumada:
Suerte de selva virgen bajo el viento...

Y quiero amarlo...

Ahora quiero amar algo lejano...
Algún hombre divino
Que sea como un ave por lo dulce,
Que haya habido mujeres infinitas
Y sepa de otras tierras, y florezca
La palabra en sus labios, perfumada:
Suerte de selva virgen bajo el viento...

Y quiero amarlo...

Noble señora de provincia: unidos
en el viejo balcón que ve al poniente,
hablamos tristemente, largamente,
de dichas muertas y de tiempos idos.

De los rústicos tiestos florecidos
desprendo rosas para ornar tu frente,
y hay en los fresnos del jardín de...

Muchachas, muchachos,
a la rueda rueda
que en mi pecho tengo
toda la música de la tarde
y una alegría azul, que tiñe mis pupilas.

Muchachas, muchachos,
a la rueda rueda.
Que vuestra sea la calle
y toda la vereda.

Niña mía, si estás triste...

Poet: Líber Falco

Tules de nieblas sobre las campañas
velaban los contornos de la quinta
y ascendía, en la tarde de aúrea tinta,
la égloga suspirante de las cañas.

Desenrrollaba su monstruosa cinta
la negra procesión de las montañas
y evocaba el temblor de tus pestañas
...

En la indiferencia silente del atardecer pampeano, un vasco canta.

Recuerda cuestas y pendientes rocosas y valles quietos o aldeas pueriles.

La voz es mala, el afinamiento orillea. El ritmo de la guadaña descogota la canción, a cada cadencia ondulosa, que nada es, en la...

Tarde lluviosa en gris cansado,
y sigue el caminar.
Los árboles marchitos.
Mi cuarto, solitario.
Y los retratos viejos
y el libro sin cortar...

Chorrea la tristeza por los muebles
y por mi alma. Quizá,
no tenga para mí Naturaleza
el pecho de...