Cuando Don Juan descendió hacia la onda subterránea
Y hubo dado su óbolo a Caronte,
Un sombrío mendigo, la mirada fiera como Antístenes,
Con brazo vengativo y fuerte empuñó cada remo.
Mostrando sus senos fláccidos y sus ropas abiertas,
Las mujeres se retorcían bajo el negro firmamento,
Y, como un gran rebaño de víctimas ofrendadas,
En pos de él...