Este amor, que yo alimento
de mi propio corazón,
no nace de inclinación,
sino de conocimiento.
Que amor de cosa tan bella,
y gracia, que es infinita,
si es elección, me acredita,
si no acredita mi estrella.
¿Y qué deidad me pudiera
inclinar a que te amara,
que ese poder no tomara
para sí, si le tuviera?
Corrido, señora...