Por la tarde calurosa
Anarda vino a bañarse,
Que esto de echarse a las aguas
Es muy del Sol por la tarde.
Desnudóse, y vióse ornada,
Porque es en mejor alarde
Rico adorno una hermosura,
Hermosa gala un donaire.
A un tiempo humilde, y soberbio,
Queda el cristal del estanque,
Humilde, por excederse,
Soberbio, por ocuparse;
De suerte, que al mismo punto
Se notaba al blanco examen
Cristal con cristal vencerse,
Plata con plata lavarse.
Las aguas pues, y los ojos,
Parecieron al juntarse,
Las aguas blancas vidrieras,
Los ojos Soles brillantes.
Cuando las aguas se mueven,
Parece allí que se aplauden,
Formando líquidas voces,
Haciendo cándidos bailes.
Entre el agua, y entre espuma
Por competencias iguales
Ángel del agua parece,
Venus de la espuma nace.
Amor confuso se admira
De ver que no se desaten
En cenizas las espumas,
En incendios los cristales.
Cual Cintia no me dio muerte,
Porque con más pena acabe
A las manos de un deseo,
A los golpes de un ultraje.
¿Qué pecho librarse puede
De amor, si las aguas se hacen,
Siendo a las llamas opuestas,
De los incendios capaces?