Ya cerraste los ojos que fueron
tus estrellas, oh mísero esposo:
ya escuchaste del labio amoroso
¡el postrero tiernísimo adiós!
Y padeces, de aquélla privado
que te fue tan leal compañera,
los dolores que el alma sintiera,
si partirla pudieran en dos.
¡Ay! ¡cuán mudas las solas estancias!
¡Ay! ¡cuán vasta la casa desierta!
¡De la...
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Cantos de regocijo y de victoria
Nuestras voces alzaron aquel día
Que regia mortal mano te ceñía
Mezquino lauro de terrestre gloria:
Y hoy que a la voz de tu Hacedor acudes,
A recibir la fúlgida diadema
Que la inmutable Majestad Suprema
Guarda en la eterna patria a las virtudes
Hoy nuestra flaca condición...