I

¡La negra selva por doquier! el viento
como inquieto lebrel encadenado
aullando en la espesura!
¡La noche eterna por doquier! el cielo
como un mar congelado,
y el mar como una inmensa sepultura...

Preguntaba una noche entristecido:
—¿En dónde están, en dónde, ¡oh genio santo!
Los grandes pensamientos que murieron
sin nacer, en el fondo de tu cráneo?

Y la noche me dijo:
—¡Míralos— Aquí están en mi regazo.
Alcé los ojos y miré… ¡Dios mío!
¡Cómo...

Noble como la cándida adorada
del inmortal poeta florentina,
corona de la frente inmaculada
el dorado cabello
que sobre el hombro flota en blondos rizos,
perdida en el espacio la mirada
como se pierde en su conjunto bello
la de aquél que contempla...