No ya, no ya, cual las aciagas veces
en que hermanos armaste contra hermanos,
las almas afligidas estremeces
de los buenos peruanos.
De Sur a Norte, de Ocaso al Este,
armado se levanta el Perú entero,
como una sola e impaciente hueste,
como un solo...

¡Y tu pureza sufres que corrompa
y empañe tu beldad frase extranjera,
y te arrebate tu nativa pompa,
Oh reina de las lenguas altanera!
Más resonante que guerrera trompa,
más manejable que la blanda cera,
más dulce que la miel y la ambrosía,
brillante...

Duerme el anchuroso suelo;
mas con tristeza importuna
yo solo gimiendo velo;
y tú, solitaria luna,
velas también en el cielo.
Y me parece que, en tanto
que los ojos fijo en ti,
tú me miras desde allí,
y al ver mi copioso llanto,
te compadeces...

Ya acaba el tercer año su carrera,
idolatrado amigo,
desde que en extranjera
tumba te sepultó la adversa suerte;
y aún puedes desde el cielo ser testigo
de que en lo hondo de mi alma persevera
el dolor de tu muerte.
Radiante de alegría,
y bella...

¿Cundo será que los cielos
a ti piadosos me junten,
mitad ausente del alma,
beldad misteriosa y dulce?
Tú que tan bella y perfecta
concibe mi ardiente numen,
sin que una sombra ligera
tantas bellezas nuble.
¿Quién me dirá donde moras,
qué...

Noble arte a quien la palma
otro arte en vano disputar procura,
por ti se engolfa mi alma
en un piélago inmenso de dulzura,
de donde no volviera
jamás a la tristísima ribera;
mas antes, continuando
su viaje venturoso en presto vuelo
por piélago tan...

¡Salve, oh La Rosa! ¡salve oh Taramona!
¡Pareja heroica que alentaba una alma,
a quien dio la Amistad su noble palma,
y dio la Gloria su inmortal corona!
De sublime amistad nunca igualada
os enlazaba tan estrecho nudo,
que ni cortarlo de la Muerte pudo
...

Virgen celeste, ¿cuándo
será que, mitigando
tan severos enojos,
vuelvas a mí los compasivos ojos?
Ya siete veces el Abril rïente
de verdes hojas coronó las plantas
y de pintadas flores, y otras tantas
cubrió de nieve el suelo tristemente
el frío...

Bien parece que, al crearte,
no te dio la suma diestra
tan celestial hermosura
y gracia tan halagüeña,
sino por negarte dichas
y alegres horas serenas,
de éstas así descontando
lo que prodigó en aquéllas:
pero, ¿cuándo, dime, cuándo
no fue...

Tu dulce voz, oh Justa, me convida
a levantar los ojos de la mente
a la segunda perdurable vida,
aspirando a ese gozo permanente
que no cansa jamás, ni mezcla alguna
se dolor o de mal en sí consiente.
¡Ay! desde que la pérfida fortuna
en flor cortó las...