Carmen a Rafael
Hoy que santo deber de ti me aparta,
perdona, dulce dueño de mi vida,
si a los fríos renglones de una carta
confío mi postrera despedida.
No es bien que verte mi valor presuma:
huyo tu vista, es consejo sabio
que te declare la valiente pluma
lo que jamás te declarara el labio.
No pienses, Rafael, que poco cueste...